30.6.08

un crucero por el Danubio

yo... soy esta noche como tantas otras un colmado de emociones. el fútbol me apasiona desde pequeño, ya sabes, una intensa emoción como la palabra, como el hecho de volar, que es más el resultado de una intensa pasión, nunca de su práctica, dice un amigo. he llorado porque la alegría y la pena bailan un vals al borde del precipicio de mi silencio. he llorado porque la gente es feliz y porque quisiera haberlo compartido contigo. ya ocurrió la semana pasada, cuando todos festejaban otra victoria tan perseguida. el domingo pasado y éste se parecen tanto pero no son el mismo. he llorado cada vez que me dirigía a la cocina a preparar la cena para papa, ambos juntos una vez más compartiendo nuestra pasión. he llorado al no verte por la cocina y al verle los pies hinchados a papa. apenas puede andar unos pasos por la casa, siempre con la sombra de una caída y el dolor de una fractura que ya conoce. tiene los pies hinchados porque las arterias están viejas. tiene los pies tan hinchados que le duelen y no puede caminar. sus piernas apenas tienen músculo. he tenido que darle un masaje con alcohol, como a él le gusta, para intentar consolarle. he tenido que cortarle las uñas del pie derecho porque él no pudo hacerlo el otro día, sólo pudo cortarse las del pie izquierdo y no ha dicho nada porque le da vergüenza, uñas viejas, duras, estropeadas, donde no se distingue la carne de la uña. he tenido que llorar, no me quedaba otra posibilidad mientras trataba de activarle la circulación de los tobillos y el empeine. cuántos balones habrá empujado en sueños con sus débiles piernas, cuántas carreras interrumpidas a los 18 años. uno desde niño ya intuye el sabor amargo de la muerte, de la ausencia. yo lo bebí hace poco más de un año, cuando tuvo el infarto el viernes y toñi vino a casa llorando el domingo, asustada porque una doctora le había metido mucho miedo y pensaba que no iba a salir de ésa. entonces fui a buscar su radio al cajón que hay en su cama y rompí a llorar. tú me dijiste lo que tantas veces me repetiste aquellos días, no llores, agus, hijo, esto forma parte de la vida, las cosas son así... luego salió todo bien, como un gol en el último minuto, una parada en los penalties para pasar de cuartos. él no pudo advertirme lo mismo contigo, te fuiste tan deprisa como el verano y ya no estás. la cicuta de la muerte me emborrachó y todavía me tiene embotado. no has podido ver esta fiesta maravillosa de gente loca y feliz por un hecho tan pueril como el juego, una copa, jóvenes victoriosos, calor y agua en las calles y en la noche el mismo día del cumpleaños de álvaro. sé que te hubiera gustado tanto... te hubieras asomado al balcón para ver los fuegos artificiales y oír las tracas y cuando te hubieras cansado, te habrías sentado en la silla de plástico para ver la alegría de la gente, los gritos, los pitidos de los coches. yo me hubiera también sentado en el suelo a tu lado para verte, te hubiera mirado como te estoy mirando ahora, con todo el amor que le debo a quien nunca escribí nada. supongo que para esto debe servir la palabra y la imaginación, para hacer aquello que la realidad nos ha negado. papa tiene los pies hinchados y duelen, duelen mucho, duele ver cómo arrastra su cuerpo viejo y ajado, cómo mueve las muletas con tacto y mimo a cada milímetro temiendo que el azar haga que se le escurra una de ellas y vaya al suelo como un peso muerto, como un boxeador cae rodado. soy un caleidoscopio de colores del corazón. a lo mejor no es el mejor día para decirte esto, pero no creo que nunca sea un mal día para escribirte una carta. la vida debe ser esta mezcla explosiva de pasiones. creo que es la primera vez que agradezco a la noche y a la palabra el hecho de ocupar mi vida desde hace tantos años. me admira cómo mis amigos sí respetan su oficio, sea la poesía o el teatro. nunca respeto a los míos, siempre ando con la mirada perdida al horizonte, al mar, pero las costumbres están para romperlas, porque aunque nos bañemos en el mismo río, nunca nos acaricia la misma gota de agua, dice un amigo. envuelvo esta ausencia y esta alegría, os meto a papa y a ti con la noche y las palabras, y dejo navegar el barquito de papel por el Danubio con la bandera roja y oro. el crucero y la belleza que te mereces.

2 comentarios:

Princess Valium dijo...

Precioso, precioso. Siento también la ausencia, el vacío donde mis palabras caen, se precipitan y nadie recoge.
Besos

Anónimo dijo...

Magnífico texto. Precisamente en estos días se cumplen 11 años de una caída similar a la que teme tu padre. La mía. No sé por qué te lo cuento.