27.6.06

Un cuento de invierno

Alguien a quien quiero mucho ha escrito este cuento para mí. Y estoy sin palabras.
Cuento de invierno
Hacía frío en la calle y un cielo gris amenazaba con empezar a nevar. Parecia que ese iba a ser un enero como cualquier otro, un nuevo año que acababa de empezar y que por lo visto nada tenía de especial. No fue hasta el día después de Reyes que todo empezó a cambiar.Nadie supo nunca de dónde había llegado, pero ahí estaba. Sentado en un banco del parque, observando como los pájaros se posaban en las ramas de los árboles más altos, mirando como las hormigas avanzaban en hilera, siempre organizadas, sin perder el rumbo.Era un niño precioso, moreno con grandes ojos y amplia sonrisa. Llevaba una espada de madera sujeta a la cintura y un sombrero pirata que casi le tapaba los ojos.Sus manitas escondían un pequeño lápiz, pequeño de tanto usarlo pero con la punta siempre afilada para poder escribir en cualquier momento.La libreta era también pequeña, de esas de espirales, con la tapa dura de color granate y un montón de hojas escritas por las dos caras. Llenas de palabras.Cuando los pájaros dejaron de cantar, resguardados ya en sus nidos, y las hormigas dejaron de corretear; un gato de ojos amarillos se subió en el banco y se quedó en silencio observando a aquel niño.Se quedaron los dos muy callados, mirándose el uno al otro. Poco a poco su respiración parecía la misma, se sentían unidos por un lazo invisible dificil de describir. El gato se acercó aún más y pudo ver lo que aquel niño escribia celosamente en su libreta. Era una especie de calendario, una cuadrícula con números del 1 al 50 encasillados y que pacientemente iba marcando con una cruz. Cada día una.El gato le preguntó que qué hacía y él se giró sorpendido y, cómo si sólo pudiera haber una respuesta posible, le contestó: “Espero”.Luego le contó que estaba solo, siempre solo y que sabía con certeza que pasados 50 días llegaría lo que tanto deseaba, lo que pacientemente estaba esperando.Los días pasaron tranquilos. Los pájaros iban y venían, las hormigas seguian siempre el mismo camino. El gato y el niño con sombrero pirata se convirtieron en amigos inseparables. Éste le contaba bonitas historias, daban largos paseos por el parque y, juntos, al atardecer, marcaban la siguiente casilla de aquel extraño calendario.La víspera del último día, el niño se sentó muy tranquilo, se colocó bien el sombrero, y con las manos en las rodillas dibujó una sonrisa. Ya faltaba menos.Al amanecer el gato se acercó, como hacía cada mañana, al banco de su nuevo amigo.En ese mismo instante, una niña de pelo castaño, recogido en dos pequeñas coletas, se acercaba decidida. Llevaba un sombrero acabado en punta, como de princesa de cuento, y sin decir nada se sentó al lado del niño.El pequeño la miró con sus grandes ojos y le dijo: “Te estaba esperando”.
Siempre soy yo el escritor, nunca el destinatario. Por eso no sé qué decir. Estoy encantado. Es una maravilla. Gracias y mil veces gracias. Te quiero.

16.6.06

la casa que yo imagino

Todo el mundo tiene una casa. Se hipotecan o viven de alquiler. Todo el mundo echa raíces. Yo no sé si quiero echar raíces. Estoy tan acostumbrado a sobrevivir, a nadar para sacar sólo la cabeza que no sé si voy a querer tener un sitio para echar el ancla. Siempre recuerdo a Paco Umbral, que dice que todo escritor necesita una casa, esa primera seguridad para poder dedicarse a la literatura. Yo nunca he tenido siquiera un cuarto fijo, una silla, una mesa, siempre he escrito en una tabla de planchar, en una habitación ajena, en una pensión, en el parque, en los bares. No me imagino en un lugar fijo. No quiero esa estabilidad. Temo que mis palabras se resintieran de estar cómodas. Así que cuando voy a casa de algún amigo o amiga, me fijo mucho en todo, sus detalles, que dicen mucho de su personalidad, sus objetos modernos, clásicos, sus fetiches, su decoración minimalista o funcional. Nunca he imaginado mi casa. Nunca me ha preocupado. No le aportaría mis propios detalles, aunque seguramente, indirectamente, lo haría. No faltarían cuadros ni libros, ni elementos básicos para despertar mi mente con otras artes, un televisor para tenerlo sin sonido, como una ventana abierta a la realidad nocturna, un dvd o vídeo para ver películas, una cadena de música. O prescindiría de todos esos elementos y sólo tendría una radio para escuchar música clásica de fondo mientras escribo, para imprimir ritmo y armonía a mi subconsciente prosa. No buscaría todo aquello de lo que realmente pueda prescindir, aquello de los que no necesite cuando tenga que viajar o huir a alguna habitación solitaria de una pensión anónima y sin personalidad marcada. Necesitaría huir de mi hogar constantemente, buscar el revulsivo en lo ajeno. Sólo me preocuparía tener elementos básicos para mantener mi subsistencia, una cocina normal para poder alimentarme, un sillón con buena luz para la lectura y sobre todo, una buena ducha para poder olvidarme de todos los problemas que me impregnan cuando paseo por el mundo, un cuarto de baño para asear mi piel y mi mente, un cuarto para la renovación física y, por extensión, intelectual. Recibiría a la gente en mi casa. Abriría las puertas continuamente para entrevistarme con mis amigos, haría cenas para ellos, tendría licores y alguna droga para complacerles y hacerles sentir en un lugar apacible, fuera de sus casas con anclaje. Buscaría ventanas amplías, una cama grande, un gato o más, cuadros que yo mismo me encargaría de renovar cual exposición itinerante. La casa que yo quisiera no tendría ruidos en exceso, ni gritos, ni peleas, sería más la casa de otros que mi propia casa. En el fondo creo que no tengo afán de poseer un espacio, sino de ser poseído por él, y no por uno sólo, sino por muchos diferentes. Supongo que por eso soy más feliz en lugares ajenos. La imposibilidad de que otros imaginen la casa que tú imaginas no va a impedir que siga adelante, sin pasiones posesivas, como un animal que habita la selva sin reclamar un espacio fijo.

10.6.06

palabras, palabras, palabras

palabras, palabras, palabras, escribe, escribe, escribe, vamos, dale, vuela como una mariposa, pica como una abeja, pelea, muchacho, pelea, aún no estás acabado, tienes buenas espaldas, una zurda de oro, un gancho potente, aún sabes por donde tirar los penaltis y girar la muñeca para clavar los triples (el espíritu de drazen te protege), noches, noches, noches, negras como ésta, lúcidas como las drogas, noches llenas de deseo, llenas de mujeres, noches de alcohol, de todo tipo, cerveza, vino, whisky barato, cerveza negra, bourbon, cuellos de caballo, algún peta, sí, eso es, que no falte la imaginación ni la paranoia, noches llorosas, llorando, las menos, pensando, sin hacer nada, el techo, el techo es un buen lugar para un vuelo, un amigo, un abrazo, conversaciones, palabras, palabras, palabras, risas, tabaco, mucho tabaco, algún que otro porro de nuevo, libros, muchos libros, lecturas, poesía, novelas, una vieja radio, programas nocturnos, calor, frío, escribir sentado en la tabla de planchar, buscando magia, un hueco entre cada letra, noches estudiando, sufriendo, un nueve y medio en matemáticas, esfuerzos, dolores de cabeza, madrugadas, madrugones, horas lentas, perder el tiempo, cómo me encanta, las 4 de la mañana, la frontera, café, con leche, gracias, y todo lo demás también, el cielo amanece, salir a correr a las 7, rocky balboa, vamos, muchacho, pelea, no vas a caer ahora, es tu mejor momento, zidane tiene más años que tú y sigue siendo el rey, andrelo y sabina, cuántos conciertos soñados que no diste, la noche está empañada (habrá que tapar el agujero), el flexo indigente en el salón, la cortina rasgada, tu madre durmiendo en el suelo, tu sobrino a su lado, el calor en verano era insoportable y tú seguías, querías escribir, contar, comunicar, pensar, transmitir, aprender de zorba el griego, cine en la 2, cine-club, qué buenos malos tiempos, una maleta preparada para barcelona, prisas, sueño, nervios, deseos de volar, de viajar, de encontrarla en una estación, vamos chico, merece la pena, nadie se muere por morirse, todos vamos a morir alguna noche, yo he muerto varias noches y aquí sigo, no es tan malo, amanece, sale el cielo azul oscuro, sale el azul añil, el celeste cielo de maradona, y argentina en los planes, siempre, y un espejo borracho que te dice, no estás viejo, viejo, mientras tengas el blues... la cara de los triunfadores, de los que no van a un lugar concreto, de los que no tienen dinero, de los que pierden y aun así saben que por dentro están creciendo, están triunfando y están a gusto, la vida es un amanecer en verano, no es tan malo, un regalo, amanece, no es tan malo, pelea, chico, estás a tiempo, escribe, pelea, amanece.

3.6.06

M-Clan dice...

Sopla el viento de aquellos años,
que nos han dado tanto,
suena el eco de una canción
que he dejado por cada rincón.
He probado ya
tragos dulces y amargos,
se harán largos nuestros pasos,
si buscamos un sitio mejor.
Con lo que queda,
sé muy bien, valdrá la pena,
fuego en las venas
y alas en el corazón.

Noches tatuadas,
más de mil batallas ya,
nos quedan mañanas para ganar.
Luz de madrugada,
me he dejado tanto atrás,
aún tengo balas para gastar.

Con mis botas de todas partes,
he bajado a buscarte,
en este tren a ningún lugar,
aún nos quedan sitios por llegar.
La lluvia cae bien
y se está haciendo ya tarde,
dos salvajes sin equipaje,
dicen los grillos de tu portal.

Hay una vida y unos sueños
que aún respiran
y un par de heridas,
que más bien pronto cerrarán.

Noches tatuadas,
más de mil batallas ya,
nos quedan mañanas para ganar.
Guardo esa locura,
que no tiene cura ya,
quememos las dudas en tu desván.

Nos quedan mañanas para ganar,
Quememos las dudas en tu desván.

Sin equipaje.